martes, 10 de julio de 2012

martes, 13 de diciembre de 2011

Los visigodos-01


Las incursiones germánicas en la Península

El final de la expansión y la crisis del siglo III propiciaron que poblaciones germánicas fueran asentándose paulatinamente dentro de las fronteras del Imperio romano. En ocasiones lo hacían pacíficamente a través de un pacto con Roma, que les otorgaba el derecho a instalarse en un territorio determinado, generalmente a cambio de su fuerza militar; pero a veces violentamente, mediante el saqueo. Vándalos, suevos, alanos y visigodos fueron los pueblos que alcanzaron las fronteras de Hispania.

 En el año 409, los suevos, los vándalos y los alanos penetraron en la península Ibérica. En el año 416, el emperador de Occidente establecía un acuerdo de federación con los visigodos para expulsarlos de Hispania. Los visigodos expulsaron a vándalos y alanos al norte de África, y arrinconaron a los suevos en las tierras de la actual Galicia. El reino suevo se consolidó en este territorio y permaneció casi cien años, hasta que fue definitivamente conquistado.

A cambio, los romanos concedieron a los visigodos tierras en el sudeste de la Galia (actual Francia), que, con las expulsiones, se extendieron progresivamente hacia el sur de los Pirineos. A comienzos del siglo VI, los visigodos fueron expulsados de la Galia por los francos y se establecieron en la península Ibérica. Toledo pasó a ser la capital. La mayoría de la población estaba constituida por hispanorromanos y solo una minoría por los dirigentes germanos.


El reino visigodo de Toledo

Los visigodos ocuparon Hispania durante tres siglos, desde la conquista de Barcelona por Ataúlfo (415) hasta la invasión musulmana (711). Su asentamiento se redujo, casi exclusivamente, a la zona oriental de la Meseta, rechazando las partes montañosas y las costas. Nunca llegaron a dominar de manera efectiva toda la Península; las luchas con los suevos, las sublevaciones de los vascones y la presencia de los bizantinos, fueron los más serios obstáculos a ese dominio.
          
El reino de Toledo alcanzó su plenitud en la segunda mitad del siglo VI y en la primera mitad del VII. A ello contribuyeron algunos reyes, que lucharon por la unificación territorial, jurídica y religiosa.

El rey Leovigildo (568-586) consolidó la autoridad real, conquistó el reino suevo y ganó terreno a los vascones y cántabros. Su hijo Recaredo (586-601) se convirtió al catolicismo, con lo que impulsó la unidad religiosa. En el 625, el rey Suintila conquistó la costa desde Cádiz a Valencia, que estaba en poder bizantino. El rey Recesvinto (649-672) compiló las leyes para todo el reino en el llamado Fuero Juzgo o Liber Iudiciorum.


El Liber Iudiciorum (también conocido como Fuero Juzgo) es una magna recopilación legislativa preparada por Chindasvinto y que se publicó bajo el reinado de Recesvinto, hacia el año 654. Consta de 99 leyes promulgadas por Chindasvinto, 87 promulgadas por su hijo, Recesvinto, e innumerables adaptaciones y revisiones de leyes anteriores

No se trató únicamente de una unificación territorial y jurídica. Fue de gran importancia también el proceso de aculturación o fusión de culturas entre la minoría germánica y el pueblo hispanorromano, así como la unificación religiosa desde la conversión de Recaredo (589).



La monarquía visigoda

 La monarquía visigoda era electiva, el rey era elegido por las principales personalidades del reino. La elección del rey provocaba muchas luchas y disputas políticas, que muy a menudo desembocaban en el asesinato del monarca para situar en su lugar a otro.

El rey era auxiliado por el Aula Regia, un consejo que administraba el palacio real, y por los duques y los condes, que gobernaban las provincias. Las decisiones religiosas y políticas se tomaban en los concilios, en los que participaban el rey, el Aula Regia y el clero.

Durante la segunda mitad del siglo VII, las luchas entre el rey y los nobles se intensificaron. Estas luchas nobiliarias facilitaron la invasión musulmana en el año 711, lo que provocó el final del reino visigodo.



La Iglesia visigoda

Del arrianismo al catolicismo. La mayoría de los pueblos germánicos se habían convertido ya al cristianismo antes de invadir el imperio romano. Los visigodos, por ejemplo, fueron cristianizados por el obispo Ulfila en la segunda mitad del siglo IV. Pero lo fueron en su versión arriana, considerada herética por la Iglesia.

El arrianismo, difundido por un teólogo de Alejandría llamado Arrio, negaba la naturaleza divina de Cristo. Se extendió, sobre todo, entre los pueblos germánicos, que lo adoptaron como un signo de identidad propia frente a la población romana.

En las principales ciudades visigodas había un obispo arriano y otro católico, que servían separadamente a las respectivas comunidades. El rey Leovigildo intentó conseguir la unidad religiosa de toda la población en torno al arrianismo, pero fracasó. Su hijo Recaredo comprendió que los católicos eran mayoría, por lo que se convirtió al catolicismo junto con el grueso de los visigodos en el año 589, durante la celebración del Concilio de Toledo.

A partir de esa fecha, la hegemonía doctrinal y social de la Iglesia se convirtió en un dato decisivo de la historia de España. De momento, su actividad se plasmó, sobre todo, en la adaptación de las tradiciones precristianas, muy fuertes en el mundo rural, al nuevo lenguaje religioso, y en la creación de una doctrina política en sucesivos concilios de Toledo, presididos por el rey y constituidos por obispos, presbíteros y aristócratas.


La administración eclesiástica

La organización eclesiástica siguió el modelo romano. En la base se encontraba la parroquia, servida por uno o varios sacerdotes. Las parroquias se integraban en diócesis, gobernadas por obispos, y en provincias eclesiásticas, que coincidían más o menos con una provincia romana y que estaban regidas por un arzobispo o metropolitano.

 Los concilios de Toledo

La máxima autoridad correspondía a los concilios, que reunían a los obispos. En Toledo se celebraron los concilios más importantes. Eran convocados por los reyes, que también decidían los asuntos sobre los que se discutirían en la reunión. Por ello, además de las cuestiones religiosas, en los concilios se trataban sobre todo asuntos relacionados con el gobierno del reino.



La transmisión de la cultura

La Iglesia jugó un importante papel en la conservación y transmisión de la cultura clásica grecolatina, es decir, de la herencia hispanorromana. Aunque los templos romanos fueron derribados para construir iglesias, y muchas estatuas y obras de arte se destruyeron por considerarlas paganas, en los monasterios cristianos se copiaron gran número de obras clásicas que han podido llegar así hasta la actualidad.

Las escuelas eclesiásticas contribuyeron también a mantener viva la cultura. De ellas salieron grandes intelectuales y escritores como los historiadores Orosio e Idacio; Braulio y Tajón, obispos de Zaragoza, San Martín de Dumio, obispo de Braga, y San Leandro, arzobispo de Sevilla. La figura más relevante fue sin duda su hermano, San Isidoro de Sevilla.


San Isidoro de Sevilla

A él se deben algunas de las teorías políticas que hicieron fortuna en la Edad Media, como el origen divino del poder de los reyes o las limitaciones de carácter moral que el ejercicio de la realeza debía tener. Además, en sus Etimologías, resumió los conocimientos de la época facilitando su transmisión.

San Isidoro forjó una imagen que se convirtió en punto de referencia muchas veces a lo largo de la historia española: la de la unidad (política y religiosa) y la independencia de la Península bajo el caudillaje del «prestigioso linaje de los godos».

Esa última idea recorrió la Edad Media y, al hacerlo, demostró que los mitos o, tal vez más correctamente, los imaginarios han sido muchas veces más decisivos que los propios hechos históricos.



El arte visigodo

En el campo del arte, la novedad de la orfebrería, que lució especialmente en los tesoros de Guarrazar y de Torredonjimeno, fue de tradición visigoda.

En cambio, la arquitectura prolongó los cánones romanos, aunque era de materiales más pobres y menores dimensiones, como puede verse en las iglesias de San Pedro de la Nave (Zamora) o San Juan de Baños (Palencia).

En cuanto a la escultura predominaron los relieves, en general toscos y biselados.


Las iglesias visigodas

Las iglesias de la época visigoda eran de pequeño tamaño y escasa altura. Estaban construidas con grandes bloques de piedra bien tallados y su exterior tenía un aspecto pesado. En el interior, los techos estaban formados por grandes bóvedas y se utilizaban arcos con forma de herradura, que luego influyeron profundamente en la arquitectura musulmana; la decoración era muy escasa y generalmente se reducía a los capiteles de las columnas, que se cubrían con bellos relieves con escenas de la Biblia.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Introducción



Pese a que la península Ibérica presenta a lo largo de la Edad Media una estructura política pluralista, consecuencia directa del proceso reconquistador que dio lugar al nacimiento de las grandes unidades político-territoriales que conforman la nación hispánica -Corona de Castilla, Corona de Aragón, Navarra y Portugal-, es posible adivinar determinados rasgos comunes que justifican una individualización del Medievo hispánico en el conjunto del Medievo Occidental.

Entre los rasgos que permiten una concepción unitaria del Medievo hispánico hay que señalar:

-           En primer lugar, el marco geográfico, ya que, sin caer en determinismos geográficos ya superados, no cabe duda de que tuvo un papel determinante en la expansión y posterior ocupación del territorio por los musulmanes.

-          En segundo lugar, no debe dejarse caer en el olvido la existencia en tiempos medievales de una cierta conciencia de que Hispania constituía una unidad, lo que se expresa de forma inequívoca en algunas crónicas altomedievales y, más tarde, en la literatura popular y culta de los reinos hispanocristianos, en particular desde el siglo XII. Incluso desde fuera de la península Ibérica se concebía a los reinos hispanos como una unidad, lo que tiene su más patente expresión en la frecuencia con la que las fuentes bajomedievales europeas se refieren a la "nación española" e identifican a sus pobladores como "hispani". De este modo, la disgregación producida con ocasión de la conquista musulmana no significa la ausencia de una concepción unitaria de la historia medieval de la península Ibérica, de forma que del mismo modo que se habla de una Francia, una Inglaterra o una Italia medievales, puede también hablarse de una España medieval.

-          Entre los factores que de una manera más destacada contribuyeron a dotar a la historia del Medievo hispánico de una mayor cohesión interna, y a singularizarla en el conjunto de la historia medieval europea, hay que señalar, sin duda alguna, el fenómeno de la Reconquista y sus consecuencias, entre las que tiene una singular relevancia el proceso de repoblación consiguiente. De este modo, la recuperación de los territorios hispanos ocupados por el Islam constituye el auténtico eje vertebrador de la Edad Media peninsular, afirmación ésta en la que coinciden más las diversas escuelas historiográficas. No obstante, no cabe tampoco ninguna duda de que, pese a su singularidad, la historia medieval hispana debe ser encuadrada en el marco más amplio de la historia europea occidental, en la que, como ya antes se afirmaba, se encuentra plenamente integrada, al menos desde comienzos del siglo XI.

Periodización general

-          Inicio. Las peculiaridades en el desarrollo histórico de la península Ibérica, a las que se viene haciendo referencia, condicionan la periodización del Medievo hispano. Desde hace ya unos decenios, y sin duda por influencia de la tesis de Henri Pirenne, numerosos medievalistas coinciden en fijar el inicio de la Edad Media hispánica en la ocupación musulmana de la península, argumentando para ello el profundo corte que supuso en el proceso histórico hispano. En esta misma línea, en la mayor parte de las síntesis sobre la Edad Media hispana, el período visigodo es excluido, o es incorporado como un preámbulo o introducción a la historia medieval, haciendo las veces de epílogo a la Hispania romana.

En cualquier caso, no hay que perder de vista que la Edad Media hispánica, como la Edad Media europea en su conjunto, es el resultado de la fusión de tres elementos, tradición romana, germanismo y cristianismo, a los que en el caso de la península Ibérica habría que añadir uno más de extraordinaria importancia, el Islam, fundamental para la comprensión de la historia y la civilización hispanas medievales. Por este motivo, parece fuera de toda duda que la etapa visigoda, como depositaria del legado romano germánico, debe ser considerada como una fase de transición entre la Antigüedad y el Medievo y, en todo caso, como necesario preámbulo en toda exposición de conjunto sobre la Edad Media hispana.

-          El final de la Edad Media hispánica la podemos situar en el año 1492, fecha de especial significación en el proceso histórico español por la ocupación del último reducto musulmán en la península, el Reino Nazarí de Granada, por el descubrimiento del Nuevo Mundo y la expulsión de los judíos de los reinos hispánicos. Hechos acaecidos bajo el reinado de los Reyes Católicos (1474), época en la que se yuxtaponen rasgos medievales y modernos y en la que, por tanto, confluyen los intereses de medievalistas y modernistas

Periodización interna

En cuanto a la periodización interna, lo más acertado es aplicar a la Edad Media hispánica criterios idénticos a los de la historia europea en su conjunto, en cuyo marco se inscribe plenamente; de este modo, se estructuraría en tres grandes períodos:

-          Primer periodo, siglos V al XI. Se corresponde con la Alta Edad Media europea, se subdividiría, a su vez, en dos etapas diferenciadas:

- Siglos V–VII: etapa de transición de la Antigüedad al Medievo, coincidiendo con el dominio visigodo.

- Siglos VIII–XI: etapa de Alta Edad Media, propiamente dicha, que se extendería desde la conquista de la península por los musulmanes, año 711, hasta la caída del Califato de Córdoba, a principios del segundo tercio del siglo XI (1035). Frente al dominio hegemónico musulmán, los incipientes núcleos de resistencia del norte peninsular se consolidaron paulatinamente como reinos y condados.

-          Segundo período, siglos XI al XIII. Corresponde a la Plena Edad Media europea (XI al XIII). Coincidiendo con una expansión general de la civilización europea occidental, los reinos hispanocristianos iniciaron un avance impetuoso hacia el sur de la península, que coincide cronológicamente con otras líneas de expansión de la Cristiandad (Cruzadas o la Marcha alemana hacia el Este), que les permitió la ocupación territorial de la mayor parte de la España musulmana, con excepción del reino nazarí de Granada.

La Corona de Aragón, que completó la empresa reconquistadora con la ocupación de Mallorca e Ibiza (1229-1235) y del reino de Valencia (123 8-1245), volcó sus energías en una empresa de expansión política y mercantil en el Mediterráneo.

Es también en este período cuando se produce la apertura de los reinos peninsulares a las influencias político-institucionales y culturales ultrapirenaicas, y cuando pueden observarse en la península los primeros síntomas del renacimiento de las ciudades y de la reactivación de la vida económica, así como de un incipiente cambio social. 

 -          Tercer período, siglos XIV al XV. se corresponde con la Baja Edad Media europea (XIV y XV). En él los reinos hispánicos conocieron también la crisis común a todo el Occidente bajomedieval; junto al agotamiento del ideal de Reconquista, una profunda crisis de todo orden (demográfico, económico, social) se apoderó de los reinos hispánicos por espacio de siglo y medio, siendo la característica más sobresaliente de esta etapa el enfrentamiento entre una monarquía debilitada y una nobleza en auge. Por este motivo, es habitual que las más modernas exposiciones de conjunto sobre la Edad Media hispánica analicen las dos últimas centurias en el marco de la crisis europea bajomedieval.

La recuperación que se inicia a mediados del siglo XV deja entrever, como en el resto de la Europa occidental, el inicio de una etapa de tránsito hacia la Modernidad.

En último término, el legado de la Edad Media tiene su reflejo en múltiples rasgos de la Modernidad española: así, la expansión española del siglo XVI en Europa y en el norte de África no puede explicarse sin tener en cuenta la perduración de la tensión bélica a que dio lugar la empresa reconquistadora; desde un punto de vista institucional, no cabe ninguna duda acerca de la perduración de los modelos de la España de los siglos XIV y XV en la América hispana; y, por último, los problemas de índole social y religiosa que surgen en la España de la Baja Edad Media en relación con judíos y mudéjares tuvieron su continuidad en época Moderna en los "problemas" converso y morisco.




La crisis-04

La gran crisis de la Baja Edad Media, siglos XIV-XV.

 El frágil equilibrio entre población y producción agraria
 
El crecimiento demográfico europeo de los siglos IX al XIII está basado en la ampliación de los campos de cultivo, Como la alimentación se basaba en cereales y la salud era precaria toda mala cosecha provocaba crisis de alimentos, hambres y muertes.

A finales del siglo XIII y principios del XIV las malas cosechas provocaron escasez de alimentos, desnutrición, hambrunas, epidemias y muertes. Los organismos muy debilitados no pudieron combatir enfermedades como la Peste Negra que en pocos años provocó la muerte de la tercera parte de la población europea. El pueblo no se resignó ante la situación y se lanzó a la rebelión y el pillaje, y se alzó contra sus señores.

Además desde 1339 hasta 1453 se produjo un largo enfrentamiento bélico entre Francia e Inglaterra (La Guerra de los Cien Años), lo que contribuyó aún más a la inestabilidad de la situación social. Los soldados devastaban los campos, arrasando cuanto encontraban a su paso.
 

La religiosidad de una época difícil

Ante tal cúmulo de desastres los europeos buscaron consuelo en la religión. Tal vez se trataba de una manifestación de la ira divina y había que hacer penitencia para obtener el perdón.

A lo largo de los siglos XII y XIII:

- surgen los movimientos heréticos, grupos religiosos que se alejaron de la iglesia romana e intentaron renovar el cristianismo por su cuenta..

- aparecen las órdenes mendicantes ( franciscanos, dominicos,..) que abandonan los monasterios y predican en las ciudades con el ejemplo de la pobreza.

 Además en el seno de la Iglesia de Roma se vive una disputa entre dos supuestos papas (el de Roma y el de Aviñón) que pretendieron ser los auténticos representantes de Cristo en la tierra (Cisma de Occidente) que causó un grave daño a los creyentes, totalmente desorientaods ante la división.


Manifestaciones artísticas y culturales-03

El nacimiento de las Universidades

En la Edad Media casi toda la población europea era analfabeta. La cultura se concentraba en lugares muy privilegiados y estaba al alcance de muy pocos. Hasta el siglo XI fueron los monasterios los únicos focos de cultura. Con el crecimiento de las ciudades fueron apareciendo otros centros culturales como las escuelas catedralicias donde se educaba a los hijos de comerciantes y artesanos.

A comienzos XIII, aparecieron asociaciones de profesores y alumnos que querían ser autónomos y que obtuvieron para ello el apoyo del papado, naciendo así las Universidades. Algunas de las primeras fueron la de París, Bolonia, Oxford, Palencia y Salamanca. En ellas se estudiaba teología, pero también filosofía, derecho y medicina.
 

Del románico al Gótico

Desde el siglo XI se produce una fiebre de edificación de Iglesias y monasterios. El primer estilo internacional que surgió fue el románico, con representaciones en toda la Europa cristiana aunque con variaciones según las diferentes regiones.

A partir del siglo XIII, por el empuje de nuevas técnicas constructivas otro estilo sustituyó al románico: el gótico. El nuevo estilo que nació el norte de Francia se extendió en todas las direcciones y se utilizó para construir catedrales, ayuntamientos, palacios y lonjas o mercados.


Las ciudades-02

LA EUROPA DE LAS CIUDADES FRENTE A LA EUROPA DE LOS CASTILLOS

El desarrollo de las ciudades

Frente a los castillos se desarrolló en Europa la ciudad de forma independiente, sin caer bajo la órbita de poder de los señores feudales. Se ampliaron viejas urbes y se crearon otras nuevas por iniciativa real o de nobles poderosos.

En algunas regiones las ciudades fueron completamente autónomas, como en Italia donde surgió un mosaico de ciudades-estado.

¿Quién vivía en las ciudades medievales?

La mayor parte de los habitantes de las ciudades medievales eran artesanos y comerciantes. Los más ricos de estos oficios formaban parte del gobierno de la ciudad.

Los artesanos estaban organizados en gremios, que eran agrupaciones por oficios, para proteger sus intereses y se encargaban de regular todo lo referente al oficio (forma de trabajo, precios, número de artesanos, horas de trabajo, precio...).

Para que el comercio entre ciudades funcionase fue necesario incrementar el trasporte, sobre todo por vía marítima.

Las ferias periódicas fueron importes lugares de encuentro y desarrollo comercial que no sólo facilitaron el intercambio de productos sino también de cultura.
 

¿Cómo eran las ciudades medievales?

El burgo medieval era un espacio reducido, rodeado de murallas, lo que obligó, al aumentar la población a que aumentara el número de pisos de las edificaciones. El espacio era poco higiénico y saneado, por lo que las epidemias y los contagios eran frecuentes. En la ciudad medieval no había zonas verdes, en ellas convivían personas y ganado, tan sólo había pequeñas plazas y las construcciones de madera eran frecuentemente pasto de los incendios. Cuando la ciudad no pudo crecer más dentro del espacio amurallado, surgieron barrios nuevos fuera de las murallas llamados arrabales.